





Instalada en el oscuro cielo del día que no hubo sol, una vela subió sus resplandores hasta la casa de un arlequín. Mientras el pequeño hombre dormía, la vela extendía sus brazos de cera hacia la luna y resoplaba el viento para expandir su flama.
Otro día llovió más fuerte que una tormenta así que voló a un pueblo muy hermoso y pensó
-¿dónde estoy? -Pero cuando llegó el viento…la apagó, la vela, buscó su fuego y notó que ya no estaba ahí.
Tratando de encenderse otra vez…dijo: -¡ya sé! si espero una tormenta de rayos y centellas volverá mi fuego -y esperó y esperó y esperó…y de repente…¡trrrrrrrruuuuuuuunnnnnnnn! cayó un rayo disparado…cuando vio lo fuerte que estaban lo rayos, empezó a correr …la vela corrió lo más rápido que pudo y ¡zaaaz! Que le cae uno encima…y se desmaya.
La luna, preocupada por los efectos de la tormenta, mandó a todas sus estrellas. La vela con el cuerpo lastimado todavía estiró muy arriba sus brazos de cera, el pabilo volvió a encender su fuego en la galaxia, y la vela ardió con las estrellas, parpadeando para siempre.
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