

En el litoral del suspiro, la sangre secreta de la llamarada de árboles y la locura sedienta salen del ahogo en compañía de rosas. Espuma en mis ojos que parpadean libres y mi vista rebota en los muros para ver la máscara de muerte. El latido de mi mano endurece mi silencio y traza un tablero de la nada. El diamante de una mueca se oye muy lejos y parece que la misteriosa rosa me habla como si quisiera decirme algo.




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